viernes, 17 de agosto de 2012

El Jujuy colonial antes del Éxodo de 1812. ¿Una sociedad dividida entre peninsulares y criollos?

Por el Dr.Enrique Normando Cruz, docente de la UNJu






Portada del libro presentado por el Dr. Cruz, docente de la UNJu
En el breve ciclo de motines urbanos de la ciudad de La Paz entre 1782 y 1785, los soldados del regimiento de Saboya que habían concurrido a ella como parte de la respuesta Real a la rebelión tupacatarista y tupamarista Altoperuana, son reconocidos en el contexto del conflicto social, y de manera despectiva, como “blanquillos”. Un término que de manera acelerada empieza a usarse, junto al de “chapetón”, cada vez que hay que referirse a los españoles peninsulares en las ciudades Indianas.
Este grupo social, que luego se conocerá en el contexto de las guerras de la Independencia como “peninsulares” y “godos”, parece que se constituyeron en un foco de tensión social, a partir de las prerrogativas que tenían ante la justicia capitular, cuando por ejemplo, eran castigados solo con el destierro, multas en dinero, y restricción de concurrencia en el casco urbano, por delitos como la portación de armas, el vagabundeo y la ociosidad. Conductas que a las castas de negros y mulatos, indígenas y naturales, les solían traer aparejadas azotes, marcas en la piel con hierro ardiente, y destierro a los fuertes encadenados.
En la ciudad de Jujuy, las diferencias sociales entre criollos y peninsulares se resolvían públicamente, como puede apreciarse en la gresca acaecida en las calles del casco urbano a fines del siglo XVIII, cuando como consecuencia del transitar altivo de un par de “chapetones” en camino hacia la ciudad de Potosí, se desarrolla una pelea que provoca que las autoridades del cabildos destierre de la ciudad a todos los participantes.Y un ejemplo concreto del trato diferencial de la justicia local de Jujuy, puede apreciarse en la liberación sin castigo alguno del español Francisco Ortega, que agrede con una escopeta a un soldado mestizo que lo ataca con un puñal, y que como consecuencia de las heridas terminando falleciendo.
Volviendo a los motines urbanos ya mencionados acaecidos en la ciudad de la Paz, el autor se pregunta si “¿podía ser la ciudad concebida como una sociedad hidalga dividida en sectores hispanos y no hispanos, o debía serlo como una sociedad colonial, carente de derechos políticos propios y, por lo tanto, escindida en población local y colonos europeos?En el caso paceño, la respuesta por la segunda opción de la pregunta, explica los motines, y de paso, explicaría también que se iniciara en esta región la revolución independentista de 1809.
En el caso de Jujuy, no es tan radical la respuesta. Si bien los indígenas y la “gente baja” de la frontera del Chaco de Jujuy, que se rebelan contra los hispanos de los fuertes y de la ciudad de Jujuy, argumentan que se habían levantado porque tenían conocimiento que los “blanquillos” estaban matando a los indios en la ciudad, y que como ya tenían Rey Inca no debían mantener su fidelidad al Rey español. Y los dos casos de desórdenes mencionados tienen en la actitud altiva de los “chapetones” una de sus causas, estos datos no son suficientes para plantear la idea de un sentimiento, ni de actitudes de resentimiento, rencor y malestar para con los peninsulares que vivían en Jujuy en el periodo de la Intendencia de Salta del Tucumán.
Además, por las características de la estructura social de Jujuy, integrada en su mayoría por indios, un cuarto de la población negros y sus castas, y una pequeña cantidad de hispanos. Los peninsulares serán más que bienvenidos a la hora de “blanquear” las familias, y sumar, potenciales socios comerciales, con vínculos mercantiles en las ciudades vecinas de Salta, Córdoba, Potosí y Buenos Aires. Claro que no se tratara en el caso local, de pretender alcanzar una “pardocracia” como la Caraqueña,sino de una aceptación consensuada de la importancia, capital en contactos comerciales, y mayor status social de los peninsulares.
Una realidad social de Jujuy en los años de la Intendencia, que parece no concordar con el panorama de un “aborrecimiento creciente contra los peninsulares, un sentimiento que se encontraría demasiado difundido, alcanzando niveles demasiados bajos dentro de la sociedad, generado, entre otras cosas por los privilegios y por las escasez de oportunidades para mantenerse y avanzar en los niveles medios y altos”.















No hay comentarios:

Publicar un comentario